Explorando manzanas

Dicen las noticias que el movimiento de protesta contra la reforma de las pensiones flaquea. Pero la verdad es que estamos lejos de la vuelta a la normalidad. Las plantas de incineración de basura dejaron de funcionar y en diez de los veinte distritos de París, los basureros dejaron de colectar las basuras…
Se ven amontonamientos abandonados en las aceras y todos temen las invasiones de ratas. Por suerte en mi barrio siguen colectando las basuras.

Yo aproveché unos atardeceres soleados para explorar la manzana bordeada por las calles Montgallet, Reuilly, Evrard y Charenton.

En esta zona casi cuadrada, varias calles peatonales comunican las construcciones y el pequeño jardín central. Varios edificios altos, largos y paralelos estructuran el espacio. Al pie de una de las barras se halla el pequeño jardín público, al lado de otra una escuela primaria puede acoger a los niños de la manzana. La urbanización asocia construcciones de alturas diferentes y locales para comercios en la planta baja. Mi primera visita fue al anochecer y al pasar por las calles peatonales, desiertas, de noche, pensé que sentir inseguridad debe de ser muy frecuente.

Volví más temprano el día siguiente y pude explorar más tranquilamente las calles interiores de la manzana.
Como lo intuía, en varios sitios cualquier pandilla puede esperarte para regalarte una mala sorpresa. Pero al atardecer vi esencialmente a padres y madres esperando a sus hijos.

También visité la iglesia de la manzana, Saint Eloi. Construida a base de metal, tiene una forma de trapecio, una decoración sobria y resulta muy luminosa.
Para acabar con la visita, atravesé otra pequeña zona de locales libres entre la calle Evrard y la calle de Charenton. Tampoco me gustó la sensación.

Hoy pasé por el distrito X en donde, en medio de una manzana, se halla una iglesia dedicada a San José artesano.
Para encontrarla es preciso pasar por una galería de una veintena de metros que lleva al patio en donde se halla la iglesia construida al principio del siglo XX.

El edifico tiene una forma relativamente sencilla, pero destaca (a mi parecer) por la presencia de cinco vitrales diseñados por un artista coreano en los años 2000.

Al salir de esta visita, constaté que la tempestad anunciada ya había empezado. Mucho viento sin lluvia… ¡Me alegró el atardecer!

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