Desfase mediático

El pasado jueves, en el pasillo de enlace de la estación Chatelet, dos sin domicilio fijo dormían tumbados en el suelo.
El pasado viernes, en el mismo sitio, había uno más.
En la calle, la temperatura variaba entre 5 y 8 grados, con viento y lluvia, o sea sensación de frio garantizada. Pero no es un tema oportuno.

El pasado viernes es cuando las cajeras de los supermercados armaron una huelga para protestar contra sus condiciones de trabajo : un promedio de 25 horas de trabajo por semana, unos horarios penosos y una nómina de 800€… Consiguieron dos frases en las noticias.

El pasado sábado es cuando el señor presidente celebró su boda y todos los medios de comunicación pregonaron la noticia.

Pienso cada día más que no vivo en el mismo planeta que los periodistas…

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2 respuestas a Desfase mediático

  1. caol dijo:

    El Jardín de las Plantas es un lugar especial, con una vida propia y unos juegos de luces a veces mágicos. Recuerdo algunos reflejos en los invernadores de madrugada…
    No me asombra que te haya inspirado este texto.
    ¡Gracias por compartirlo!

  2. sergio márquez dijo:

    Gracias por crear, mantener y diversificar tan bella página… Ya cuento seis años sin visitar mi segunda ciudad-madre… la nostalgia parece a veces abrumadora… Gracias. Comparto contigo algo que escribí hace muchos años en una banca perdida del Jardin des Plantes. A bientot.

    Lutecia

    — Esta ciudad es luz — una luz que a veces se torna opresiva,
    transpirando desde los edificios, como proyectada por el músculo
    de la piedra; una luz de aspersión triste
    recamada bajo el pliegue sutil
    de las oquedades.
    Otras veces y casi siempre, es esa luz
    que parece venir de muchas partes y a la vez de ninguna
    y que es una sola luz y todas las luces y siempre la misma
    habitada
    por la angustia misma de ser luz, única e irreductible,
    Reconcentrada luz /Implacable
    sobre el reino infiel de la memoria.
    Una luz espectral de magnesio y clorofila
    — la luz fija de los árboles —
    sorda en la luminiscencia de sus grillos,
    con esa persistencia fría de alta madrugada.
    Luz amarilla,
    sudoración metalúrgica del sol sobre las fachadas
    con trágicas lenguas de sombra desollando los paramentos,
    Luz acendrada,
    que burila/de reflejos/compactos/ los quiebrasoles.
    De mañana, esa luz encarna en miles de peces de cobre
    y deja un resplandor incierto en el perímetro de las manzanas.
    Otro día se yergue amenazante, como un zumbido metálico y persecutorio, filtrado por nítidas láminas de polvo
    en el rectángulo de las petancas.
    Esa luz es la soledumbre bajo el ala rota de los puentes.
    Sopor
    de brillos de musgo y orines y hoja seca,
    luz de vértices y perfumes nauseabundos
    que disecta perspectivas tras el claustro sucesivo
    de los arcos.
    Lux severa
    escurriendo por las grietas del rencor, conspirando
    desde el mercurio de los espejos,
    con gorriones muertos en el quicio de cada ménsula
    y el vidrio molido hormigueando bajo los párpados;
    nutrida/ayer/por el cortante filamento del hambre.
    Es la luz enorme de los museos,
    saturada por el claroscuro brutal de una mujer que huye
    —como la luz misma—
    disuelta entre los trenes.
    Hoy creí ver que la veía
    sobre la máscara plástica de un muro,
    y se escapó súbita
    acompañada como tantas veces
    por el aroma uterino del pan y el rigor de sus cortezas,
    sumida en el más absoluto olvido de sí misma
    y de la esfera pueril de sus fluctuaciones.
    Pero ya nunca como antes.
    En aquel entonces había mujeres que no descansaban en el intento
    por destruir
    con la dulce amargura de sus ojos
    todo lo que había en aquella luz de huella dactilar, de secreto iridiscente,
    de urgente maravilla que sangraba.
    Luz encandilada de sí misma y de la propia luz de su recuerdo.

    Fluctuat Nec Mergitur.

    ® Sergio Márquez

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